A las tres de la tarde del día 1 de agosto del año 1888, se produce un terremoto de escasa intensidad en Sevilla, que, no obstante, provoca la rotura de un pilar de la Catedral Hispalense, el cual, tras arrastrar cuatro arranques de bóvedas que descansaban en él, produce el hundimiento del crucero y la destrucción de parte del órgano, la verja, la vidriera y varias estatuas.